Palacio de Boadilla del Monte

Palacio de Boadilla del Monte

El 20 de febrero de 1761 el infante D. Luis compró el Señorío de Boadilla del Monte a Dª Josefa Micaela de Mirabal, marquesa de Mirabal, por 1.192.378 reales y 2 maravedíes. El Infante había decidido formar su propio patrimonio ya que, a pesar de las importantes rentas que recibía anualmente del Arzobispado de Toledo y de distintas encomiendas militares, no tenía propiedad alguna que dejar a su posible descendencia.

Enterado de las dificultades económicas que atravesaban los marqueses de Mirabal,  se ofreció a adquirir su Mayorazgo en Boadilla del Monte, lugar cercano a la Corte y ya conocido por él. D. Luis compró, por tanto, los palacios y casas que contenía el Señorío y, para ampliar sus propiedades, compró a vecinos y al Concejo otros terrenos.

Antes de la compra, el Infante encargó una tasación de los bienes a adquirir y es Ventura Rodríguez quien aparece encabezando la lista de tasadores. El dato es importante porque demuestra que el reconocido arquitecto estuvo junto al Infante desde el primer momento de su llegada a Boadilla. El documento de tasación especifica todo lo que el Infante adquirió, parte de lo cual quedó después reflejado en la Escritura donde se habla de la existencia de dos palacios: el de arriba, conocido como de las Dos Torres, y el de abajo, una construcción aneja a la principal, situada en la zona de huertas.

Ese palacio de las Dos Torres sería la base sobre la que D. Luis encargaría la construcción de uno nuevo para lo cual firma un contrato con el arquitecto Antonio Machuca, quien mantenía una estrecha relación profesional con Ventura Rodríguez; juntos habían trabajado anteriormente en la dirección de la iglesia del Monasterio de Silos.

El contrato firmado con Machuca recoge en 40 puntos las líneas generales sobre las que se debería asentar el nuevo palacio. No se conservan los planos a los que el documento hace referencia pero todo lleva a pensar que en ellos participaron Machuca y el propio Ventura a quien, casi con toda seguridad, en 1764  el infante D. Luis le encargó el proyecto del nuevo edificio. De hecho, D. Luis y su arquitecto compartían los mismos gustos arquitectónicos, de clara influencia italiana, especialmente de los autores del barroco romano del siglo anterior, con nombres como Bernini, Borromini, Rainaldo o Pietro da Cortona.

La muerte de Machuca, solo un año después de iniciarse la construcción del palacio, hizo que Ventura se implicara de manera directa y definitiva en la obra.  El hecho de aprovechar del antiguo palacio lo más posible condicionó de forma significativa el diseño del que hoy tenemos, con extrañas formas interiores que se disimulan en el exterior con ventanas, algunas de ellas ciegas. También de las fachadas se intentaron aprovechar elementos ya existentes como carpinterías, rejas, herrajes, vidrieras y otros. El rápido ritmo de construcción hizo que la nueva edificación estuviera prácticamente finalizada en 1765.

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D. Luis y Ventura Rodríguez (izquierda) y el Cristo crucificado de Velázquez (derecha)

En un primer momento la idea de D. Luis no era residir en el palacio sino utilizarlo como pabellón de caza y para guardar sus colecciones de arte y de historia natural. Sin embargo, el Infante vivió allí entre los años 1765 y 1776 y por sus estancias desfilaron grandes figuras de la cultura de la época, músicos, escultores, pintores o arquitectos de la talla Luigi Boccherini, Francisco de Goya, Manfredi o Ventura Rodríguez. Albergó además importantes obras de arte entre las que, con toda probabilidad, se encontró el Cristo de Velázquez, actualmente en el Museo del Prado.

El edificio antes de la restauración

El Palacio del Infante D. Luis es una importante representación del tardo-barroco en España. De planta rectangular alargada, 17×80 metros aproximadamente, tiene  una superficie construida de poco más de 6.300 m². Se articula en tres cuerpos principales, levantados a tres alturas la fachada principal, hacia la plaza y cuatro en la que da al jardín debido al desnivel del suelo. A ellos se suman dos cuerpos secundarios de una sola altura, que flanquean los dos lados y que se concibieron inicialmente como rampas de acceso a las zonas de servicio.

Fachada principal

El material esencialmente utilizado en su construcción es el ladrillo, revocado en un tono róseo, aunque en épocas anteriores -según indicios encontrados en la restauración-, fue verde azulado en todas sus fachadas. De  forma secundaria tiene piedra en las portadas, frontones,  zócalo y en la parte superior de las fachadas,  en la que lucen varios jarrones y escudos de piedra.

Dos pequeños torreones situados en los extremos, sobre las cubiertas, emulan la disposición del primitivo Palacio de las Dos Torres. Uno de ellos, que alberga la cúpula de la capilla, cumple la función de cuerpo de luz, presentando vanos ovalados que rompen la linealidad del trazado general. El otro, sin embargo, no ilumina la escalera de servicio que contiene y solo cumple la función de dar simetría y armonía exterior al conjunto.

Las dos fachadas del edificio presentan portadas neoclásicas enmarcadas con columnas toscanas. Sobre ellas lucen dos escudos de armas del Rey Felipe V. En la puerta principal se eleva un balcón con columnas jónicas, un frontón semicircular y, por encima de éste, una lápida conmemorativa, con la inscripción «A.D. MDCCLXV», en alusión al año en el que la obra principal del palacio fue finalizada.

Fachada jardín

Un zócalo de sillares de granito sirve de basamento al edificio. En la parte superior del mismo hay jarrones que, junto a los escudos, son típicos motivos neoclásicos.

El Palacio se prolonga con una tapia de ladrillo que cerca los jardines ubicados tras la fachada posterior del edificio. Cuatro puertas neoclásicas en ladrillo dan acceso al mismo por el exterior.

El interior del Palacio antes de la restauración

A diferencia del sobrio trazado del exterior, el interior del palacio resultaba más suntuoso, especialmente su bellísima capilla, sin duda la obra más significativa de Ventura Rodríguez en el palacio, en la que muestra una clara influencia de la arquitectura barroca de la Roma del siglo XVII, representada en autores de la talla de Bernini o Borromini.

A pesar de ocupar una buena parte del palacio,  como ya hemos explicado, ningún elemento exterior induce a pensar en su existencia ya que su cúpula queda oculta dentro de una de las torres, tal como sucede en otros edificios barrocos de Madrid si bien al ser una solución bastante cara  no fue utilizada con demasiada frecuencia.

La cúpula quedaba iluminada con cuatro óculos ovales y rematada con una linterna ciega con un cupulín. Las ventanas del casetón eran los óculos de la cúpula. Sobre este elemento se realizó una importante actuación en la restauración que más adelante conoceremos.

En la nave de la capilla está enterrada la condesa de Chinchón, en un panteón obra del escultor Valeriano de Salvatierra. Probablemente descansa en el mismo lugar en el que el Infante había planeado ser enterrado.  En la sacristía se encuentra también el sepulcro de la otra hija de D. Luis y su  esposo, el duque de San Fernando.

Construida con materiales como el mármol, el bronce o el estuco, sus arcos, pechinas, cornisas, bóvedas y otros elementos están adornados con guirnaldas, ángeles, uvas y flores, componiendo todo ello un conjunto bien organizado y de gran efecto.

capilla
Sala y detalles de capilla

La capilla está situada a la derecha del vestíbulo de acceso desde la calle. A la izquierda, la escalera principal, mediante la que se accede a la planta noble a través de  un gran vestíbulo en el que se encuentra el balcón sobre la entrada de la plaza. De ahí se pasa a una zona en la que, a ambos lados, se abren varios salones dispuestos en enfilada y con vistas a los jardines.

Hacia la derecha se extienden las que serían las dependencias privadas del Infante: su dormitorio, un gabinete y el comedor. Desde esa zona hay acceso a un balcón que, sobre la capilla, permitiría al infante oír misa.

Hacia el otro lado se encuentra la zona en la que vivía la condesa de Chichón cuando venía a Boadilla. Su esposo, Manuel Godoy, encargó que el salón principal del palacio se dividiera en tres partes para albergar esas estancias privadas entre las que destacan su dormitorio cuya decoración pompeyana en techos y paredes hechas en papel pintado y dos columnas de madera permite intuir la evolución del gusto de la época en Europa. Sus columnas exentas sosteniendo un entablamento y  separando la parte principal del dormitorio de un ábside semicircular recuerdan interiores de otros importantes edificios palaciegos.

La planta superior albergaba parte de las habitaciones de servicio; otras se encontraban en la planta semisótano, en la que también estaban estancias como la cocina y el salón de historia en el que el infante guardaba sus colecciones.

Hay dos escaleras para bajar a esta zona, que recorren toda la altura del edificio y se sitúan a cada extremo del Palacio. Una de estas escaleras de servicio se encuentra inscrita en la torre hermana a la que oculta la cúpula de la capilla. El hecho de que desde el punto de vista funcional esta solución no sirva para iluminar la escalera indica que el único objetivo era situar la torre simétricamente respecto del casetón de la capilla.

La cocina, a doble altura y con techo abovedado, destaca por su gran campana.  Escenas de El Quijote realizadas en cerámica policromada rodean el perímetro de la pared.

cocina
Cocina y detalle de azulejos

La sala de la historia, en la que el infante probablemente guardaría parte de sus colecciones, da directamente al jardín y se configura como uno de los dos accesos que tiene el palacio. Esta sala en cierto modo supone una anomalía pues el resto de la planta se sitúa a dos alturas y cumple funciones de servicio lo que aísla este salón del resto de la parte noble del palacio con la que se une a través del vestíbulo superior . A él se accede por una escalera que conecta con la principal del palacio y que conduce a la planta primera o principal.

En la planta baja hay también una bodega que conserva nueve tinajas originales de gran tamaño.

Distintos usos hasta nuestros días

El Palacio del Infante D. Luis fue declarado Monumento Nacional en 1974 y a lo largo de su historia ha recibido usos muy variados.

Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) fue hospital de sangre y cuartel militar al mando del General Varela. Sufrió varios bombardeos que dañaron notablemente su cubierta y algunos forjados; la capilla y la escalera principal vieron también muy afectada su decoración y se perdieron varias de las obras de arte que albergaba.

Con una mínima restauración de los daños pero en la que se perdieron importantes elementos originales, en los años cuarenta se adaptó su uso como escuela para niñas, dependiente de la Delegación Nacional de Auxilio Social, lo que fue hasta 1973. En él vivieron y estudiaron cientos de niñas, ahora conocidas como «las niñas del palacio».

En 1.998 el Ayuntamiento de Boadilla del Monte compró el edificio a los herederos actuales del Infante, la familia Rúspoli, marqueses de Boadilla.

En 2006 cedió el edificio a la Sociedad General de Autores (SGAE) por 75 años para la instalación de un ambicioso proyecto cultural que incluiría, entre otros elementos, un edificio soterrado en los jardines, con un auditorio y otros locales. El proyecto fue rechazado por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, por considerar que ponía en peligro los restos arqueológicos hallados en el jardín, entre otros motivos. Los tribunales terminaron por anular la cesión y el Ayuntamiento recuperó plenamente la titularidad del palacio, comenzando en 2011 los trabajos de rehabilitación del mismo.

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