El antes y después del Palacio
Tarea de rehabilitación que aún seguimos llevando a cabo
La llegada de una nueva corporación en 2011 supone un impulso definitivo para el Palacio porque el nuevo alcalde, Antonio González Terol, se marca como una de sus prioridades la restauración del mismo. Para ello, en 2012 el Ayuntamiento firma un Convenio con la Comunidad de Madrid para que las obras de rehabilitación fueran cofinanciadas con Fondos FEDER de la UE. La primera fase de la rehabilitación comenzó en 2013 y ha contado con un presupuesto de 5,5 millones de euros cofinanciados entre ambas instituciones. Algunas actuaciones, como los portones o el muro perimetral, también han contado con financiación del Banco Santander.
La primera fase de la rehabilitación del palacio ha contemplado la restauración de los siguientes elementos: primera terraza del jardín, las fachadas y los portones laterales de acceso, el muro perimetral y estancias interiores como la capilla, la sala de música y los vestíbulos de la planta baja. También en esta fase ha sido recuperada la explanada oeste del Palacio. La restauración del palacio ha estado a cargo del arquitecto José Ramón Duralde y la del jardín a cargo de la paisajista Lucia Serredi.
La capilla es sin duda la mejor obra arquitectónica del Palacio y donde la mano de Ventura Rodríguez es más evidente. Aunque era el elemento mejor conservado, la restauración de este espacio le ha devuelto el esplendor que tuvo cuando el Infante vivió allí. Junto con la capilla, en esta primera fase también se han rehabilitado los espacios aledaños.
Las actuaciones que se han acometido en la capilla han sido las siguientes:
En realidad el óculo solo tendría sentido como lucernario, como lo tiene el panteón de Roma o como se emplea habitualmente desde el Renacimiento en la arquitectura de concepción clásica. Pero es cierto que la solución de encastrar la cúpula en una torre de base cuadrada dificultaba la recuperación del lucernario superior. De hecho, la iluminación era muy débil porque las ventanas de la linterna no daban al exterior sino a un espacio bajo cubierta. Abrir al exterior las linternas de las cúpulas es una solución muy costosa motivo por el que muchas iglesias barrocas son tan oscuras.
La restauración ha abierto las ocho ventanas rectangulares de la torre para dar luz a la capilla y se ha repuesto el Espíritu Santo que en su día lució en el óculo.
La iluminación artificial que se ha colocado en toda la capilla contribuye también a resaltar los valores arquitectónicos del conjunto.
La restauración llevada a cabo por José Ramón Duralde en las fachadas buscaba, por un lado, devolver al palacio las condiciones de conservación y decoro de los paramentos exteriores y, por otro, recuperar en lo posible su carácter y las intenciones originales de quienes lo levantaron aprovechando para estudiarlo y conocer mejor su historia constructiva y características.
Para ello, resultó muy interesante la aparición de restos muy pequeños de los revestimientos anteriores a la restauración de los años cuarenta del pasado siglo, la constatación de que el zócalo actual oculta uno anterior del palacio de las dos torres y la constatación de que la cubierta de la torre de la capilla es la única antigua del palacio y sus ventanas eran abiertas y servían de linterna a la cúpula de la capilla.
En relación a la restauración de los paramentos, hay que señalar que la gruesa capa de mortero de cemento que se añadió en la restauración de los años 40 ha dificultado reproducir con exactitud el perfil de algunos recercados de los vanos aunque en general el resultado ha sido satisfactorio. Retirar la capa de cemento suponía arrastrar con ella la cara exterior de los ladrillos originales por lo que se tomó la decisión de mantenerla.
La búsqueda de revestimientos anteriores a la Guerra Civil dio como resultado el hallazgo en zonas muy pequeñas de un revestimiento con contenidos de cal y de yeso y pintura verde agua lo indica que el palacio lucía de esa manera antes de la Guerra Civil y que fue en la restauración posterior cuando se realizó un revoco color asalmonado que recuerda lejanamente al palacio más relacionado en muchos aspectos con el de Boadilla: el de Riofrío en Segovia, construido por la madre del Infante D. Luis. No se puede asegurar, sin embargo, que ese tono, ni otro amarillento también encontrado en algún punto, fuera el original del palacio por lo que se decidió mantener el color que se ha conocido en las últimas décadas tratando de mantener lo más fielmente posible el efecto original en la textura.
La restauración ha incluido la recuperación de volúmenes en las ménsulas con triglifos. en relación a las metopas, se decidió dejar un acabado rústico en vez de plano dando más carácter a todo el remate superior de la fachada.
La restauración de los zócalos permitió comprobar que parte de las dos hiladas de piedra que los constituyen ocultan un zócalo anterior de parecidas características, una muestra más de que el actual palacio es el resultado de ampliar y remodelar el que ya existía.
Durante la realización de trabajos de arqueología en el jardín, aparecieron dos fragmentos del escudo de piedra de Colmenar enterrados someramente, con casi toda seguridad parte del original que lució en la fachada y que desapareció – y probablemente se destruyó- al proclamarse la República . La prevista reposición del blasón en esta fase de la restauración quedó pospuesta para incluir los fragmentos aparecidos.
En cuanto a la recogida y evacuación de agua de lluvia del tejado, se comprobó que una obra anterior realizada por la Fundación Autor para canalizar el agua de los tejados por un canalón perimetral situado tras el ático y llevarla a las bajantes, era completamente inservible pues los canalones estaban conformados por planchas de hierro galvanizado solapadas y en mucho casos onduladas y alabeadas que no constituían un vaso impermeable por lo que ya se apreciaban manchas de humedad en las cornisas, principalmente donde salían las bajantes.
Para evitar esas humedades en las fachadas se dispuso el aprovechamiento de las planchas de hierro como base de un impermeabilizante de caucho de gran resistencia y calidad que pudieran solaparse bajo el tejado y sellarse al peto del ático sujetándolo con pletinas. Así quedó resuelto el problema. Además, se mejoró la impermeabilización de la cornisa de piedra retirando las chapas de cinc que permitían el paso de lluvia y el deterioro de la cornisa y colocando en su lugar planchas de plomo sobre una cama de mortero para darle caída impidiendo que el agua resbale por las piedras de cantería.
Fases posteriores tendrán que incluir la restauración y reposición de los escudos así como de los jarrones que coronan las fachadas, la de la cerrajería, rejas y balcones y la reposición del emplomado de la coronación del ático así como la reposición de trampantojos en los vanos ciegos desde su origen que fueron concebidos para simular vanos reales para mantener la composición, tanto en la torre simétrica de la de la capilla como en las fachadas hacia el jardín.
El palacio cuenta con cuatro portones de acceso a los jardines y huertas. En la zona superior se encuentran enfrentados a uno y otro extremo del jardín, unidos por un camino recto que es el que da acceso al edificio por su lado privado.
Los portones no aparecían reflejados en el documento de 40 puntos que el Infante firmó con el arquitecto Machuca y que sirvió como guía para la construcción del palacio. No hay apenas referencias de los pabellones de entrada ni de las puertas más simplificadas de acceso a las huertas.
Los portones, con una sencilla arquitectura clásica de ladrillo, estaban pensados para permitir un uso más complejo, como lugar de vigilancia y control del paso tanto a pie como en carruaje. También serían el lugar en el que se realizaba el control administrativo de los suministros del palaci, que entraban por esa puerta. Las oficinas administrativas del palacio estaban con toda probabilidad en los locales empedrados a que se accede por la puerta este de la fachada a la plaza del palacio, donde quedaban bien relacionados con el área de servicio, cocinas y repostería.
Son verdaderas edificaciones en tres dimensiones con una planta simétrica longitudinal y transversal, siendo iguales sus fachadas hacia el exterior y el interior del recinto. Presentan grandes arcos para permitir el paso y entre ellos existe una bóveda vaída de ladrillo. Unos arcos iguales pero ciegos soportan la cúpula en ambos lados del pabellón, constituyéndose las correspondientes pechinas de ladrillo.
Aunque actualmente cada uno de estos pabellones contiene una sola carpintería, tras el arco que da al exterior, parece que fueron concebidos para contener dos puertas, la segunda de ella tras el arco que da al jardín. Así, podría abrirse la primera y alojar a los visitantes en el espacio protegido mientras la segunda puerta permanecía cerrada. De este modo, podría mantenerse la seguridad y la privacidad del palacio. Sin embargo, se desconoce si llegaron a colocarse las puertas interiores ya que se sabe que a finales del XVIII estos portones no estaban acabados.
Los portones conservan parte de la base del revoco inicial; en la base, en granito muy bien labrado están el zócalo y las basas de las pilastras.
Hay que destacar el uso del hierro como elemento auxiliar para absorber tracciones, una solución relativamente sofisticada en ese momento, que también se emplea en otras zonas del palacio.
Los trabajos de restauración de los portones han pretendido recuperar su aspecto original, consolidando los elementos primitivos y reponiendo aquellos que faltaban, empleando materiales similares a los originales. Los trabajos acometidos han sido los siguientes:
La restauración de los muros ha seguido los mismos criterios que la del palacio y su entorno, especialmente los portones, en los que se integran aquellos.
Las obras han incluido la limpieza o reposición de los ladrillos, impermeabilización de los mismos, que se han colocado de modo que permitan la evacuación del agua, sellamiento de fisuras, conservación del rejuntado y revestimientos decorativos antiguos, cerramiento de vanos, consolidación del remate superior del muro, limpiando los morteros y elementos vegetales y fijación y rejuntado de la fábrica de mampostería de la base del muro.
La puerta de la casa del jardinero ha quedado resuelta con la viga de madera colocada y las jambas repasadas para dar uniformidad al vano
En cuanto al lado interior del muro, la obra se ha realizado para que se puedan completar los trabajos de jardinería previstos junto al mismo y su uso como soporte de celosías o de plantas.
También se han realizado trabajos de consolidación de la parte superior de los muros de contención que se construyeron para nivelar el camino hacia Pozuelo. Igualmente se ha trabajado en el muro de contención que da a la Plaza de la Barbacana, donde se ha realizado con éxito la reposición de grandes áreas de ladrillo perdido por arenización de los originales debido a humedades y sales.
La restauración ha buscado que el conjunto se perciba como algo homogéneo, mimetizando las zonas en que se ha reintegrado el ladrillo con las que se ha podido restaurar el original.
Con la idea de devolverle el esplendor que en su día tuvo, la paisajista Lucia Serredi ha realizado la restauración de la primera terraza del jardin, una superficie de 13.500 m2, de los que solo el parterre suma unos 6.500.
Se ha podido dar al conjunto el aire que tuvo con el diseño de Ventura Rodríguez y esto ha sido posible gracias a que se conservaban, además de la estructura fuerte arquitectónica y múltiples elementos vegetales que revelan aspectos esenciales de la traza, fotografías anteriores al incendio de 1939 y, como documento gráfico principal y más antiguo, el plano de la Topografía Catastral de España, de 1868, que reflejaría el proyecto original de los años de 1760-1770 salvo por lo que respecta al parterre central que data de mediados del siglo XIX.
El jardín tiene un parterre dividido geométricamente en dos jardines asimétricos. En un intento de conservar al máximo las especies originales, se plantaron tilos de Holanda, cipreses de la Toscana, lilos, moreras, perales, 3.000 plantas tapizantes, enredaderas sóforas y unos 10.000 bojes que lucen en el parterre.
Además de las plantaciones, se construyó un complicado sistema de drenaje, aprovechando la red original de pozos que descarga en un colector general, así como un sistema de riego que permanece oculto y que aporta la máxima optimización tecnológica.
Los caminos son de terrizo y en las cuatro alineaciones laterales de tierra compactada. En el eje transversal este-oeste entre portalones tienen una terminación de jabre.
En el conjunto lucen también otros elementos como una fuente central que ocupa el lugar que tuvo en su día la Fuente de las Conchas, actualmente ubicada en el Campo del Moro, junto al Palacio Real en Madrid.
También se incorporó una discreta iluminación procedente de leds empotrados en el suelo, reforzada con otras fuentes de luz procedentes de los portones, la pérgola y los jardines laterales.
Igualmente se montaron los tramos de balaustrada girados y levantados por la vegetación y se repusieron los balaustres de piedra que faltaban en el acceso al jardín
Los jardines del Palacio se han convertido desde su rehabilitación en una de las zonas de paseo preferidas de los vecinos de Boadilla, que disfrutan de ellos así como de las actividades que el Ayuntamiento programa en las distintas épocas del año como las veladas nocturnas de música clásica que se celebran durante el verano y que tanto éxito tienen. El jardín está abierto al público de manera ininterrumpida todos los días de la semana excepto los miércoles.
En lo que se refiere a los elementos del entorno del Palacio, hay que destacar la restauración y mejora de la explanada oeste, en la que se generará un espacio para uso y disfrute de los ciudadanos, con pavimento y mobiliario urbano adecuados y gran cantidad de arbolado. En las Antiguas Escuelas, edificios situados enfrente del Palacio, se ha construido un Aula Medioambiental y una zona didáctica exterior de usos múltiples..
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